martes, 3 de marzo de 2015

Troilus de Mondragón en Bretaña


En el Museo Departamental Bretón de Quimper se conserva un sepulcro tardo-gótico muy suntuoso, con abundante decoración heráldica, que tiene como yacente a un caballero vestido con armadura. Es conocido como Troilus de Mondragón.




La historia de su conservación resulta muy interesante, porque fue fruto de la “movilización popular”. El sepulcro lo vendió su propietario M. La Couture en 1923 a unos anticuarios parisinos. El temor de que Bretaña perdiera dicho monumento hizo que la Sociedad Arqueológica del Finistère emprendiera una gran campaña de recogida de fondos para su compra en 1925. Su esfuerzo culminó con éxito, ya que hoy es visible en un museo bretón, gracias a las aportaciones económicas de muchos miembros de la nobleza europea y también de la sociedad bretona.
Los orígenes familiares del tal Troilus de Mondragón no están claros. Aunque sí lo está que el sepulcro se elaboró en vida y que allí fue enterrado en 1543. Son dos las hipótesis que barajan los historiadores. Por un lado, se cree que pudo ser hijo de Jean de Mondragon, vizconde de Loyaux y capitán de Rennes y de Nantes en 1510.
Sin embargo, la hipótesis que goza de más aceptación lo hace originario del País Vasco. Se piensa que su padre, Antonio de Mondragón, pudo arribar a las costas bretonas en 1488 ó 1490, en una de las dos expediciones que enviaron los Reyes Católicos a la conocida como “guerra loca”, donde se enfrentaron el duque de Bretaña y el rey de Francia con sus respectivos aliados. Las tropas castellanas acudieron en apoyo de Ana de Bretaña, que terminaría casándose con el francés en 1499.
Podría respaldar el origen vasco y mondragonés de nuestro Troilus la conocida como “Bretainiako kantorea”, canto en euskera de finales del siglo XV, en el que se narra una expedición, al mando del conde de Salinas, que salió del puerto de Pasajes con destino a Bretaña, después de juntarse en San Sebastián. La mayoría de los embarcados procedían de Gipuzkoa, aunque había también vizcaínos. Retornaron después de un rotundo fracaso en 1491.
Los vascos, al parecer, estaban muy interesados en afianzar sus intereses comerciales en Bretaña, frente a los franceses. El comercio entre el País Vasco y Bretaña era por entonces muy activo. Los mercaderes vascos llevaban las naos cargadas de “paños de grana e de lana e tapiçería merçería, cueros, estaño e plomo e otras muchas e diversas mercaderías”. De Bretaña volvían cargados, sobre todo, de trigo con el que hacer pan, ya que el País Vasco era deficitario en este cereal.
Las fechas barajadas no permiten aventurar que Troilus fuera uno de los que salieron con rumbo a Bretaña. Su padre Antonio de Mondragón, en cambio, sí pudo haber marchado y no regresar. Si estuviéramos en lo cierto, llevó el nombre de Mondragón a Bretaña. Su hijo, con su sepulcro, lo elevó hasta ser considerado por los bretones como suyo, participando de su propio patrimonio cultural.

Bibliografía:
E. Carrillo-Blouin, "Troilus de Mondragón: Pistas de investigación para un caso de integración social y cultural temprana. Presencia del País Vasco español en Bretaña durante el siglo XVI", Sancho el Sabio, 25, 2006, p. 233-250. 
"El cantar de Bretaña" (un poema inédito de fines del siglo XV en la lengua vasca), Fontes linguae vasconum: Studia et documenta, 19, 1975, p. 43-70. (A. Otazu).

Ana Isabel Ugalde Gorostiza (UPV-EHU)


Ana Isabel Ugalde Gorostiza (UPV-EHU)



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