jueves, 22 de enero de 2015

Mis tías y la metralla de la guerra.

El otro día fui a visitar las excavaciones que desde hace un par de años está llevando a cabo el arqueólogo Etor Tellería y su equipo en la cima de Murugain, pero resulta que, al parecer ese fue el día en que se tomaron descanso, pues no encontré a nadie, por lo que pude pasear tranquilamente por las trincheras a lo largo de toda la zona excavada y entre uno de los montones de tierra removida, me encontré un casquillo de bala de la guerra.
Según bajaba nuevamente hacia la fuente de Naparrena, recordé una curiosidad que me ocurrió hace algunos años, mientras trabajaba en la enfermería de la Unión Cerrajera, ocurrió que los técnicos del Ayuntamiento de Mondragón comprobaron que los algunos olmos del parque de Zaldibar estaban afectados por una enfermedad que los debilitaba y decidieron cortarlos en evitación de males mayores, concretamente algunos de ellos justo frente a mi lugar de trabajo.
Cuando se procedió al corte, me acerque a los operarios y les pedí que me cortaran una sección transversal del olmo más grueso. Así lo hicieron y lo recogí conservándolo en mi poder durante algún tiempo. Lentamente fui nivelando y suavizando con lija la superficie con el fin de contar los anillos y determinar su edad.
Resultó una sorpresa comprobar que incrustado en el interior del tronco destacaba claramente un pequeño fragmento metálico. La sorpresa fue aún mayor cuando al contar los anillos resultó que el citado fragmento estaba incrustado en el anillo correspondiente al año 1936, por lo tanto era muy posible que correspondiera a algún trozo de metralla de algún proyectil de los muchos que cayeron en Mondragón.
Pero la sorpresa se convirtió en mayúscula cuando comentando el hecho en la familia, mi tía Tere comenta que, ese año, siendo ella una chiquilla se hallaban jugando en Zaldíbar un grupo de niñas, -entre ellas mi tía Mertxe- y estando en esas, un proyectil hizo explosión muy cerca de ellas, causando la muerte a los niños Maritxu Gallastegui y Manuel Zulueta, resultando mis dos tías heridas en el abdomen y la espalda, siendo atendidas en el Hospital Militar ubicado en los bajos de la Casa Maixor.
¿Pudo ser aquella metralla incrustada en el olmo parte del proyectil que causó semejante desgracia y que 66 años más tarde me descubrió esta terrible historia?

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