En el Museo Departamental
Bretón de Quimper se conserva un sepulcro tardo-gótico muy suntuoso, con
abundante decoración heráldica, que tiene como yacente a un caballero vestido
con armadura. Es conocido como Troilus de Mondragón.
La historia de su conservación resulta muy interesante, porque
fue fruto de la “movilización popular”. El sepulcro lo vendió su propietario M.
La Couture en 1923 a unos anticuarios parisinos. El temor de que Bretaña
perdiera dicho monumento hizo que la Sociedad Arqueológica del Finistère
emprendiera una gran campaña de recogida de fondos para su compra en 1925. Su
esfuerzo culminó con éxito, ya que hoy es visible en un museo bretón, gracias a
las aportaciones económicas de muchos miembros de la nobleza europea y también
de la sociedad bretona.
Los orígenes familiares del tal Troilus de Mondragón no
están claros. Aunque sí lo está que el sepulcro se elaboró en vida y que allí
fue enterrado en 1543. Son dos las hipótesis que barajan los historiadores. Por
un lado, se cree que pudo ser hijo de Jean de Mondragon, vizconde de Loyaux y
capitán de Rennes y de Nantes en 1510.
Sin embargo, la hipótesis que goza de más aceptación lo hace
originario del País Vasco. Se piensa que su padre, Antonio de Mondragón, pudo
arribar a las costas bretonas en 1488 ó 1490, en una de las dos expediciones que
enviaron los Reyes Católicos a la conocida como “guerra loca”, donde se
enfrentaron el duque de Bretaña y el rey de Francia con sus respectivos
aliados. Las tropas castellanas acudieron en apoyo de Ana de Bretaña, que
terminaría casándose con el francés en 1499.
Podría respaldar el origen vasco y mondragonés de nuestro
Troilus la conocida como “Bretainiako kantorea”, canto
en euskera de finales del siglo XV, en el que se narra una expedición, al mando
del conde de Salinas, que salió del puerto de Pasajes con destino a Bretaña, después
de juntarse en San Sebastián. La mayoría de los embarcados procedían de
Gipuzkoa, aunque había también vizcaínos. Retornaron después de un rotundo
fracaso en 1491.
Los vascos, al parecer, estaban muy interesados en afianzar
sus intereses comerciales en Bretaña, frente a los franceses. El comercio entre
el País Vasco y Bretaña era por entonces muy activo. Los mercaderes vascos
llevaban las naos cargadas de “paños de grana e de lana e tapiçería merçería,
cueros, estaño e plomo e otras muchas e diversas mercaderías”. De Bretaña
volvían cargados, sobre todo, de trigo con el que hacer pan, ya que el País
Vasco era deficitario en este cereal.
Las fechas barajadas no permiten aventurar que Troilus fuera
uno de los que salieron con rumbo a Bretaña. Su padre Antonio de Mondragón, en
cambio, sí pudo haber marchado y no regresar. Si estuviéramos en lo cierto, llevó
el nombre de Mondragón a Bretaña. Su hijo, con su sepulcro, lo elevó hasta ser
considerado por los bretones como suyo, participando de su propio patrimonio
cultural.
Bibliografía:
E. Carrillo-Blouin, "Troilus de Mondragón: Pistas de
investigación para un caso de integración social y cultural temprana. Presencia
del País Vasco español en Bretaña durante el siglo XVI", Sancho el Sabio, 25, 2006, p. 233-250.
"El cantar de Bretaña" (un poema inédito de fines del siglo XV en la lengua
vasca), Fontes linguae vasconum: Studia
et documenta, 19, 1975,
p. 43-70. (A. Otazu).
Ana Isabel Ugalde Gorostiza (UPV-EHU)
Ana Isabel Ugalde Gorostiza (UPV-EHU)
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